Pienso en el sobre. Se ha convertido en una pequeña obsesión, de esas que utilizamos para no pensar de verdad. Como limpiar la mesa justo después de que todos terminen de comer o golpear los dedos contra un escritorio, o como el sobre. Es gris, un sobre bastante común, doblado al frente en un triángulo perfecto. Lo abrí por primera vez hoy por la mañana. Ahora preparo la comida, lenta, precisa, como todos los días y pienso únicamente en el sobre. No sé porque a alguien se le ocurrió que ese era una buena manera de dar malas noticias. ¿No sería mejor el teléfono? Al menos más finito, contenido, el sobre, sin embargo, no es finito, existe y sigue existiendo, quien sabe por cuanto más tiempo. Un correo electrónico habría sido menos personal, eso lo entiendo, y un tanto incierto porque: ¿quién sabe que pasa realmente entre el punto de envío de un e-mail y la recepción?. Con un sobre lo tienes todo por seguro, oficina de correos, cartero, receptor y si no llega siempre se puede culpar al clima, a un cartero irresponsable o una oficina de correos desordenada. Adentro, por supuesto, hay una carta. Dice que mi esposo murió anoche. El funeral corre por cuenta del hospital en el que se encontraba. Pero, ¿a quién le importa? No voy a ir. No voy a vestirme de negro, usar lentes, no voy a caminar bajo el sol, cargar su féretro, aburrirme con las palabras del padre y aburrirme de nuevo contando zapatos, personas, pensando en el sobre. Yo realmente nunca lo quise. Me casé con él por culpa de Elías. Hay personas que seguramente esperan que vaya. En lo que a mi respecta, Nathaniel era un loco, que unos días pretendía tener un hijo de siete años y otros que yo estaba embarazada. “Esquizofrenia” dijo el doctor después de algunos meses de exámenes, “es en definitiva esquizofrenia, aguda, sólo empeora, habrá que hospitalizarlo.” Y eso hizo, yo firme un par de papeles y me quite al inútil de mi esposo de las manos. Ahora murió y me avisan por un sobre gris, común y yo, cuando pienso, pienso en sus dedos, los de Elías. Él fue el que en verdad me embarazó. Perdí al niño, por supuesto, pero ya para ese entonces el daño estaba hecho. El idiota de Nate, como un caballero en busca de su grial, me había encontrado a mí. Necesitada, según él y mi padre de un esposo. Me casé, odiando a mi caballero armado y a mi padre y al bebé. Quizá por eso murió, o por el Valium, los whiskys... No me dolió, es más me sentí libre, hasta que lo recordé. A él. Si no fuera por temor a ser encarcelada, también lo habría matado a él.
Ahora recuerdo el sobre y en el felizmente casado Elías. Supongo que él tambien me mintió, de cualquier modo a él tampoco le importaba el bebé. La carta del sobre gris no solicitaba mi presencia, aunque, supongo que no es necesario que te inviten al funeral de tu propio esposo. A menos que no lo hayas visto en un año. Últimamente pienso en escribir una carta, a Elías, por supuesto, o quizá a su mujer. Decirle que su querido esposo tuvo un hijo antes de casarse con ella y que la engaña con su secretaria. Sueno a telenovela, estoy consciente. De todas formas no lo voy a hacer. Como tampoco voy a perderme el funeral y tampoco maté a mi bebé. Habría querido hacerlo, sí. Estos días lo deseo aun más que antes. Aún podría hacerlo. Sí, así no tendría que preparar la comida todos los días, cambiarle pañales y pretender que lo amo y que ser madre me ha cambiado la vida. Pasó horas al día imaginando posibles escenarios de asesinato, ahorcarlo, ahogarlo, acuchillarlo, envenenarlo, quizá lo mejor sería dejarlo abandonado a su suerte en un basurero. No sé para que sueño, estoy unida a ese pedazo de carne por siempre. Abro el sobre nuevamente y leo las palabras con cuidado, no, en ninguna parte dice que debo ir, que él lo pidió. Acaba de sonar el timbre, no abrí la puerta de inmediato, pero ahora tengo un sobre nuevo en mis manos. No sé de quien es, pero es amarillo y tiene en manuscrita y al centro escrito mi nombre. No es un sobre común, sin duda. Al abrirlo, me pregunto si habrá alguna forma de tirar un bebé por las escaleras sin levantar sospechas.
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