REUNIÓN

Author: Ivette Yáñez Soria (ivi_yas) /

El baúl era café y liso. Nada espectacular. De pronto a Amanda le asaltó el pensamiento de que Nathaniel fue todo menos aburrido; él no encajaba en aquella caja mórbida y angular. La locura no es café, no es gris como el sobre. La esquizofrenia no es silenciosa; es más bien estrepitosa. Era la verdad, Nathaniel había sido empalagoso hasta el cansancio; igual a un insecto volador, de esos que salen en las noches calurosas y del que simplemente no puedes deshacerte hasta después de 30 golpes fallidos. Pero el insecto finalmente estaba muerto.


A decir verdad, la noticia había sido un alivio. Aun así, algo le molestaba; algo sobre lo impávido, silencioso y formal de aquel funeral, simplemente no tenía relación con el hombre que se había ido.¿Quién iba a decirlo? Quizá sí lo extrañaba, quizá las lágrimas del día anterior viendo ese musical dramático no eran sólo acerca de la muerte de una bruja. Quizá sí se estaba convirtiendo en una viuda negra.


Amanda alzó la vista para mirar al bebé, su bebé, que no dejaba de llorar en brazos de su hermana. Hubiera querido borrar a todas las personas de ese lugar, al niño, a la hermana, a la familia, a los conocidos desconocidos, levantarlos del pasto y mandarlos lejos. Entonces vio a Elías al fondo, con sus lentes oscuros y traje negro impecable.


A veces ella se preguntaba si alguna vez Nate había tenido alucinaciones acerca de ellos tres, del tonto triángulo amoroso; no es que a ella le excitara la idea, pero le gustaba imaginar escenarios en los que Elías peleaba por ella. Sin embargo, los doctores decían que al único que su esposo mencionaba siempre era a un tal Davidson. Qué estúpida enfermedad, como para crear personajes ficticios y narraciones fantásticas. Amanda nunca entendió los cuentos de hadas, ni las historias de trolls, princesas, guerreros, luces mágicas o transportadores espaciales.


- Lo siento….- pronunció Elías con una voz cálida cuando se acercó a Amanda. - ¿Cómo estás? – “Viuda, con un hijo tuyo que no para de lacerar mis oídos y tu hermano metido en una aburrida caja café”. No respondió nada en voz alta. Ambos entendían la ironía del momento. Él sacó una pluma verde de la bolsa superior de su saco y un papel usado de su pantalón. - Éste es mi nuevo número, por si quieres hablar o tienes alguna duda antes de la junta. Sé que recibiste la invitación de la cámara. Necesitamos que asistas y que lleves al niño. Este viernes Amanda.- La última frase sonó altanera y molestamente obligatoria.


Un viernes había parido, un viernes había huido de su casa cuando tenía 17 años. Un viernes había conocido a Elías y a Nate en el hospital después de donar sangre para ganar un poco de dinero. Su ex esposo, quien entonces sólo tenía 22 años, había tenido un ataque, aunque a ella le mintieron diciéndole que era una simple visita al oftalmólogo.


- Amanda…te ves bien. El viernes- Elías desapareció. Todo desapareció. Solamente estaba ella, el sillón, los chillidos, el sobre amarillo y su extraño contenido en las manos de Amanda. Ya no recordaba los pésames de la gente ni pensaba en ellos, tampoco sabía cómo llegó de nuevo a casa. Ahora la carta había reemplazado hasta las únicas tres lágrimas que derramó por Nathaniel. La carta, que no era propiamente tal, mostraba dibujadas a mano tres piedras: una triangular dorada, otra octagonal, negra y rugosa y una última amorfa y azul. Abajo con letra helvética se leía: El viernes en el elevador central del edificio Torre Mayor a las 8 pm. NO faltes.

Capítulo 5: Obsesiones

Author: Unknown / Etiquetas: ,

Pienso en el sobre. Se ha convertido en una pequeña obsesión, de esas que utilizamos para no pensar de verdad. Como limpiar la mesa justo después de que todos terminen de comer o golpear los dedos contra un escritorio, o como el sobre. Es gris, un sobre bastante común, doblado al frente en un triángulo perfecto. Lo abrí por primera vez hoy por la mañana. Ahora preparo la comida, lenta, precisa, como todos los días y pienso únicamente en el sobre. No sé porque a alguien se le ocurrió que ese era una buena manera de dar malas noticias. ¿No sería mejor el teléfono? Al menos más finito, contenido, el sobre, sin embargo, no es finito, existe y sigue existiendo, quien sabe por cuanto más tiempo. Un correo electrónico habría sido menos personal, eso lo entiendo, y un tanto incierto porque: ¿quién sabe que pasa realmente entre el punto de envío de un e-mail y la recepción?. Con un sobre lo tienes todo por seguro, oficina de correos, cartero, receptor y si no llega siempre se puede culpar al clima, a un cartero irresponsable o una oficina de correos desordenada. Adentro, por supuesto, hay una carta. Dice que mi esposo murió anoche. El funeral corre por cuenta del hospital en el que se encontraba. Pero, ¿a quién le importa? No voy a ir. No voy a vestirme de negro, usar lentes, no voy a caminar bajo el sol, cargar su féretro, aburrirme con las palabras del padre y aburrirme de nuevo contando zapatos, personas, pensando en el sobre. Yo realmente nunca lo quise. Me casé con él por culpa de Elías. Hay personas que seguramente esperan que vaya. En lo que a mi respecta, Nathaniel era un loco, que unos días pretendía tener un hijo de siete años y otros que yo estaba embarazada. “Esquizofrenia” dijo el doctor después de algunos meses de exámenes, “es en definitiva esquizofrenia, aguda, sólo empeora, habrá que hospitalizarlo.” Y eso hizo, yo firme un par de papeles y me quite al inútil de mi esposo de las manos. Ahora murió y me avisan por un sobre gris, común y yo, cuando pienso, pienso en sus dedos, los de Elías. Él fue el que en verdad me embarazó. Perdí al niño, por supuesto, pero ya para ese entonces el daño estaba hecho. El idiota de Nate, como un caballero en busca de su grial, me había encontrado a mí. Necesitada, según él y mi padre de un esposo. Me casé, odiando a mi caballero armado y a mi padre y al bebé. Quizá por eso murió, o por el Valium, los whiskys... No me dolió, es más me sentí libre, hasta que lo recordé. A él. Si no fuera por temor a ser encarcelada, también lo habría matado a él.

Ahora recuerdo el sobre y en el felizmente casado Elías. Supongo que él tambien me mintió, de cualquier modo a él tampoco le importaba el bebé. La carta del sobre gris no solicitaba mi presencia, aunque, supongo que no es necesario que te inviten al funeral de tu propio esposo. A menos que no lo hayas visto en un año. Últimamente pienso en escribir una carta, a Elías, por supuesto, o quizá a su mujer. Decirle que su querido esposo tuvo un hijo antes de casarse con ella y que la engaña con su secretaria. Sueno a telenovela, estoy consciente. De todas formas no lo voy a hacer. Como tampoco voy a perderme el funeral y tampoco maté a mi bebé. Habría querido hacerlo, sí. Estos días lo deseo aun más que antes. Aún podría hacerlo. Sí, así no tendría que preparar la comida todos los días, cambiarle pañales y pretender que lo amo y que ser madre me ha cambiado la vida. Pasó horas al día imaginando posibles escenarios de asesinato, ahorcarlo, ahogarlo, acuchillarlo, envenenarlo, quizá lo mejor sería dejarlo abandonado a su suerte en un basurero. No sé para que sueño, estoy unida a ese pedazo de carne por siempre. Abro el sobre nuevamente y leo las palabras con cuidado, no, en ninguna parte dice que debo ir, que él lo pidió. Acaba de sonar el timbre, no abrí la puerta de inmediato, pero ahora tengo un sobre nuevo en mis manos. No sé de quien es, pero es amarillo y tiene en manuscrita y al centro escrito mi nombre. No es un sobre común, sin duda. Al abrirlo, me pregunto si habrá alguna forma de tirar un bebé por las escaleras sin levantar sospechas.

Capítulo 4, La llamada

Author: Miri Rios / Etiquetas: ,

¿En tu vientre?, pero si nuestro hijo ya tiene 7 años, le encanta colorear y …y…y adivinar acertijos.

-Jajaja, buena broma Nate, se que quieres que sea un gran futbolista o quizá rockstar, no trates de complacerme solo para que no aceptemos los mamelucos amarillos que teje mi mamá.

-¡Es en serio!, ¿En dónde está? ¡Lo quiero ver!.

-Calmate y dime ¿ Qué es lo que te pasa?-

-No lo sé, perdóname por favor, Jurame que no es un sueño, que nunca más te vas a separar de mi, que siempre estaremos juntos y que nada malo va a pasar.

-¿Seguro que te encuentras bien?- dijo Amanda con cierto sarcasmo. ¿Por qué me dices esto, claro que siempre estaremos juntos, te amo. Mejor báñate que tenemos muchas cosas que comprarle a nuestro hijo y hoy parece un día muy lindo para salir a pasear.

-¡No! ; mejor vamos otro día, en verdad hoy no por favor.

-Como crees; ya no seas aguafiestas, date un baño mientras preparo el desayuno.

- Bueno pero, quedate un rato mas conmigo, abrázame muy fuerte y no me sueltes. –No te quiero volver a perder,- dijo Nate entre suspiros.



Eran ya las 12 del medio día y Amanda y Nate seguían dormidos, hasta que sonó el teléfono, era la madre de Amanda.
– ¡Hija! ¿Cómo están todos por allá?, ¿Cómo va el bebé? ¿ Me vas a llevar al ultrasonido verdad?. Ya casi termino mis labores para el bebé.

-Mamá, una pregunta a la vez por favor, todo está bien, creo, y si te llevaré al ultrasonido pero aun faltan dos semanas, te juro que no se me ha olvidado la promesa que te hice. El bebe ya empieza a dar pataditas mas fuertes y me empieza a doler un poco la espal…

-La espalda, si de seguro es eso, tu eras igual de latosa incluso en la barriga. Oye y Nathaniel ¿Cómo está tomando todo esto?. Ai hija, siempre te dije que ese hombre era un poco raro pero nunca me creiste y adem….

-Sabes que… ¡me está entrando una llamada muy importante, es de …el doctor, te marco en la noche! ¡Te quiero, bye!

Mientras tanto Nate en la ducha no podía creer lo que estaba sucediendo, aun no sabía si esto eran tan solo alucinaciones debido a los medicamentos, o si todo ese tormento fue un horrible sueño nadamas. Todo eso que había vivido en aquel lugar tan feo, no podía creer que en realidad estuviera con su amada esposa, que su hijo apenas nacería. Nada concordaba en esos momentos. Pensó en darse un golpe en la cabeza, como en las caricaturas, pellizcarse hasta sangrar, cualquier cosa con tal de estar seguro de que esto era real. ¿Y si en realidad se había escapado?
Se preguntaba que había pasado con Davidson, tenía que regresar por él, no lo podía dejar solo, después de todo lo que habían logrado.
Se miró al espejo notaba algo raro en sus ojos su mirada, no era la misma de antes. Su propio baño no era el mismo de antes la caja de medicinas, ya no estaba, y le empezaba a doler la cabeza, buscó como desesperado en los cajones de su cuarto; no quería hacer ruido, no quería que su esposa pensará que estaba empezando a enloquecer, ni que se preocupara y le hiciera daño al bebé, lo único que necesitaba en ese momento era aliviar el dolor de cabeza, sentía que le iba explotar en cualquier momento, ya no podía mas, todo le empezaba a dar vueltas todo a su alrededor se convertía en un lugar oscuro, le llegaba un olor a pantano a podrido, sentía que los cuadros lo observaban, sentía hacerse cada vez mas pequeño, volteó hacia la puerta y Davidson estaba ahí, esperando, estirando la mano para que Nate lo alcanzara, pero ahora su cuerpo ya no respondía , pensó que era hora de pedir ayuda, necesitaba a su esposa no la podía perder de nuevo, no en estos momentos, pero al parecer era demasiado tarde, trataba de gritar y ningún sonido salía de su boca. Estaba totalmente atrapado en su mundo , en su extenuante dolor, trató con todas sus fuerzas de cerrar los ojos , gritar, correr, hacer alguna señal para que Amanda se diera cuenta de que algo andaba mal y viniera en su rescate. Davidson seguía ahí parado en la puerta sin hacer nada, ahora parecía que Davidson su nuevo amigo, en quien tanto confiaba, empezaba a burlarse de su dolor. Esto tenía que ser una pesadilla, empezó a recordar toda su niñez, a el no le daban pesadillas era un niño valiente siempre lo fue, no creía en fantasmas ni en cualquier cosa sobrenatural, le gustaba jugar con sus vecinos policías y ladrones, el siempre era ladrón le parecía aburrido ser el policía, después vino la imagen borrosa de su madre no la podía recordar completamente era solo una sombra a lado de el. Comenzó a llorar, el dolor, las nauseas, las ganas de querer gritar no se iban. De repente escuchó una voz muy lejana, era la de su esposa sabia que lo tenía que escuchar en algún momento, no lo iba a dejar solo, nunca lo había hecho.


-¡Nate ya está el desayuno! ¡Corre que se va a enfriar!-

Capítulo 3 "Furia"

Author: MyPandawan / Etiquetas: ,

¿Qué sucede con mi vida? ¿Qué sucede con mi cuerpo? ¿Qué sucede con mi mente? Ya ni siquiera recuerdo cuánto tiempo llevo en esta maldita cárcel mental que se está comiendo mis recuerdos. ¿Porqué tengo tantas cicatrices en el cuerpo? ¿Será que de verdad estoy volviéndome loco?

Así iniciaba mis días, lleno de preguntas sin respuesta y ninguna persona alrededor a la que pudiera acercarme para aclarar mis pensamientos. -¡Odio este lugar! -No tener el control de mi vida y mantenerme en este encierro me está matando. Ya no puedo distinguir entre mis sueños y el mundo real.

Extraño a mi familia, necesito verlos, hablarles. Aunque pareciera que se han olvidado de mí. No recuerdo cuándo fue la última vez que estuve con ellos, que bese a mi esposa, que cargué a mi hijo, que les dije cuanto los amo. No recuerdo cuándo fue la última vez que me visitaron. Cuando fue la última vez que fuimos a cenar. ¿Cenar? ¿Regresamos a casa? ¡Ahora lo recuerdo! No puede ser, mi familia está... está muerta.

-¡Enfermera, llame al doctor!- se escuchó el grito desesperado de Davidson en el corredor del segundo piso. Falto solo un descuido, para que en el cuarto 716 se encerrara Nate, presa del recuerdo y la impotencia. Tocaban la puerta con todas sus fuerza para que abriera, pero era inútil.

En instantes, en el ambiente empezaban a flotar pequeñas partículas de ese olor a hierro, resultado de las heridas que Nate se empezó a provocar con la pluma verde, olvidada por Davidson que salió a reclamarle nuevamente a la enfermera porqué había derramado el aceite de su motocicleta.

-¡Me quiero morir! ¡No quiero vivir sin ellos! -decía Nate, sentado en la esquina más alejada del cuarto, mientras agarraba con la mano izquierda la pluma y con furia, se cruzaba lentamente el brazo derecho y el suelo se teñía de sangre. Ya se había hecho marcas en el pecho y las piernas. Gota a gota los recuerdos volvían y el dolor se incrementaba. No era un dolor físico, era la mezcla del sufrimiento, la impotencia y desesperación que sintió Nate cuando su familia fue arrebatada de sus manos.

Habrá pasado un minuto y medio, cuando llegó el doctor con dos enfermeros quienes intentaron abrir la puerta, pero estaba bloqueada. En vista de que no lograron pasar, rompieron el vidrio donde se encontraba el extintor. Ayudados del pesado cilindro, lograron vencer la cerradura -Tranquilo Nate -decía el doctor, quien sostenía la jeringa con un calmante, mientras hacía señas a los camilleros para que se acercaran lentamente por los costados.

-¡No se acerquen! ¡Déjenme solo! -decía Nate mientras se incorporaba -¡No quiero su ayuda! ¡Los quiero de vuelta! ¡Quiero nuevamente a mi familia!

-No seas tonto Nate -se escucho la voz de Davidson en el fondo -Dame esa pluma que solo te está haciendo daño -mientras caminaba lentamente hacia él, pasando enfrente del doctor y los camilleros. Si alguien sería capaz de acercársele en ese momento, ese era Davidson.

Nate titubeo por un instante, extendiéndole la mano con la pluma a Davidson. Lapso suficiente para que los camilleros pasaran por encima de Davidson, tomaran a Nate por los brazos y lo lanzaran al suelo. Era impresionante la fuerza que tenía aún habiéndose lastimado los brazos, pero mayor era la determinación de querer acabar con su vida. Afortunadamente al final, los camilleros lograron doblegarlo entre gritos, forcejeos y patadas. Lo que le dio el tiempo necesario al doctor de aplicar el tranquilizante y apaciguar a Nate.

-No quiero seguir aquí -balbuceaba Nate, mientras el tranquilizante iba haciendo efecto -¿Porqué me dejaron? ¿Porqué te fuiste de mi lado? A... Aman...

...

-¡Nate, Nate... despierta!- le decía una voz suave con un aire familiar. Era dificil de distinguir por esa somnolencia de la mañana.

Mientras abría los ojos y se incorporaba, volteaba en todas direcciones. No parecía estar en ese hospital para locos. La cama era diferente, la luz, el aire, las ventanas. Se tocaba la cara, los brazos, el pecho. ¡Quería sentir el latido de su corazón! La sensación que provoca un tranquilizante es de muerte. Como si te cortaran la respiración. ¿Pero que estaba pasando? No tenía ninguna cicatriz en los brazos, como si nunca hubiera pasado nada.

-¿Nate, te sientes bien? -Volteó para ver de dónde provenía la voz que lo había despertado de lo que al parecer fue una pesadilla, y encontró unos ojos que le observaban apacibles. Ella se acercó, puso su mano detrás su cabeza y la colocó sobre su pecho para acurrucarlo. Ese aroma le arrancó un par de lágrimas y la abrazó con fuerza. ¡No lo podía creer, era Amanda, su esposa!

-¿Qué está pasando? Mi mente me debe estar jugando una broma -decía para sus adentros- Ella debía estar muerta junto con nuestro hijo. ¡Nuestro hijo!

-¿¡Nuestro hijo, dónde está nuestro hijo?! -le preguntaba algo sobresaltado, mientras se separaba de su pecho y enjugaba esas gotas de sal que le resbalaban de los ojos.

-Tranquilo Nate. ¿Dónde más puede estar? -decía Amanda sonriendo -Te aseguro que por el momento no va a ir a ningún lado. Ya sabes, solo da algunas pataditas- y ella guiaba su mano por su abultado y cálido vientre.